lunes, 29 de junio de 2015

El triste hombre

El triste hombre
Un hombre en la escalera de la iglesia con su celular atrapado
Engañando a su mujer
Dentro de su cibernético mundo su vida es la correcta, deliciosa, caótica, erótica
Sonríe porque en ese instante donde dos minutos caben en la escalera, es prodigio
Lo oculto es la emoción latente que lo invade, su piel lo sabe
Su cuerpo erizado, sus entrañas adolescentes lo cobijan una vez más.
Detener el tiempo es imposible, la iglesia lo tiene aprisionado, la libertad anhelada está lejos de su ser.
Sube y se sienta a lado de su mujer con cara de aflicción, mientras escucha las siete palabras que Cristo mencionó en la cruz.
Es la última “Padre en mis manos encomiendo mi espíritu”
El triste hombre coloca su mano en su cabeza y piensa: mi espíritu está en el cuerpo de la otra mujer que le hago llenar de placer multiorgasmicos.
Su mujer lo mira con ese dolor que los perros sienten al ser abandonados.
El siente la vibración del celular, los huesos se calientan, no sabe cómo escaparse un segundo, la desesperación lo agobia…
El pastor continúa, ya va a acabar, esa será la salida del triste hombre.
Los minutos se alargan como la agonía del canceroso…
La mujer feliz por la palabra dada, su caos familiar una vez más ordenada.
El triste hombre sale de su cárcel, revisa su celular y sonríe…
El triste hombre ahora es feliz.



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