El triste hombre
Un hombre en la escalera de la iglesia
con su celular atrapado
Engañando a su mujer
Dentro de su cibernético mundo su vida es
la correcta, deliciosa, caótica, erótica
Sonríe porque en ese instante donde dos
minutos caben en la escalera, es prodigio
Lo oculto es la emoción latente que lo
invade, su piel lo sabe
Su cuerpo erizado, sus entrañas
adolescentes lo cobijan una vez más.
Detener el tiempo es imposible, la
iglesia lo tiene aprisionado, la libertad anhelada está lejos de su ser.
Sube y se sienta a lado de su mujer con
cara de aflicción, mientras escucha las siete palabras que Cristo mencionó en
la cruz.
Es la última “Padre en mis manos
encomiendo mi espíritu”
El triste hombre coloca su mano en su
cabeza y piensa: mi espíritu está en el cuerpo de la otra mujer que le hago
llenar de placer multiorgasmicos.
Su mujer lo mira con ese dolor que los
perros sienten al ser abandonados.
El siente la vibración del celular, los
huesos se calientan, no sabe cómo escaparse un segundo, la desesperación lo
agobia…
El pastor continúa, ya va a acabar, esa
será la salida del triste hombre.
Los minutos se alargan como la agonía del
canceroso…
La mujer feliz por la palabra dada, su
caos familiar una vez más ordenada.
El triste hombre sale de su cárcel,
revisa su celular y sonríe…
El triste hombre ahora es feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario