lunes, 14 de septiembre de 2015

Prólogo de los convictos

Las criaturas corren en el patio. Obedecen al sonido del timbre, la misma rutina y payasada  programada. Es lunes y todos cantan el Himno Nacional, no saben la letra de la canción, mas disimulan gesticulando. La escuela es una mierda  y Eugenia lo sabe.
La retrógrada sabia impone un sistema, en el diario vivir imagina sus historias y en el mágico sueño presiente que los aprendices entienden; el hastío es tal, que ellos esperan que llueva granizo para acabar con su tortura. 
El suplicio continúa y el pellejo de Eugenia se va debilitando, su caudillo rancio, vomita las últimas palabras y terminan todos en un canto apagado la carcajada de todos los años.
Eugenia desaparece en el recuerdo y olvido santo, mientras las criaturas avanzan a sus aulas, aguardando una esperanza al final del día.


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